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Un cuento para Halloween: El Jacho Centeno (en español)

Nancy Pinto Episode 89

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Una alma condenada a vagar por las playas de Puerto Rico pagando por sus pecados.

Special thanks to Daniel Massa - https://pixabay.com/users/dmassaiii-42247146/ - whose music was used in this episode! 

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Ya mismo viene Halloween, y quería compartir una historia bien conocida en Puerto Rico: La leyenda del Jacho Centeno. Es una leyenda urbana… ¿o no?

Si puedes, pon esto en pausa, apaga la luz, y sientese a escuchar la historia.

Primero, que significa la palabra jacho?

Jacho es un pedazo de madera resinosa — o una madera bañada en materiales combustibles — que se usaba para alumbrar. O sea, como un fósforo, ¿verdad? Acuérdate de eso.

A principios de los 1900, en Salinas, Puerto Rico, allá en la costa sur de la isla, nació un niño llamado Juan Antonio Martínez Centeno. Su familia era pobre. De niño trabajaba con su papá limpiando zapatos pa’ ayudar a su familia a sobrevivir. Su padre también le enseñó a pescar y, cuando murió siendo todavía joven, Juan se convirtió en el sostén principal de su mamá y sus hermanos. Dejó la escuela y se hizo pescador a tiempo completo.

Un día, cuando Juan tenía 20 años, fue a entregar pescado a un cliente y vio a una muchacha hermosa barriendo la calle. Cito de un blog sobre la historia:

“Juan, a pesar de tener veinte años, casi no tenía tiempo para mirar mujeres. Pero aquella mañana quedó hipnotizado por el vaivén rítmico de las caderas alineadas con los movimientos diestros y ágiles de los brazos que sostenían la escoba.”

Juan se presentó. Ella se llamaba Mercedes y tenía 15 años. Con el tiempo se casaron y tuvieron al menos un hijo que se sepa — un niño llamado Carlos, que le decian Carlitos. Vivían en una casita humilde cerca de la playa. Y eran muy cristianos.

Una noche, ya cuando Juan tenía 37 años, decidió salir a pescar. Pero no era una noche cualquiera, porque:

Número uno: era la víspera del Viernes Santo. Para los que no son católicos o cristianos, el Viernes Santo conmemora el día en que Jesús murió crucificado.

Número dos: era Luna Nueva, o sea, no había luna, y todo estaba oscuro oscuro.

Y número tres: se estaba formando una tormenta.

Pero siendo pobre, y con bocas que alimentar, Juan tenía que trabajar. Además, tenía el presentimiento de que iba a pescar bastante. Su esposa estaba muy preocupada, así que él aceptó llevar un crucifijo como protección. La cruz también le recordaría regresar a tiempo para la misa del viernes por la mañana.

Para alumbrarse, llevó una linterna, unos fósforos, y un quinqué.

Un quinqué es una lámpara que usa aceite como combustible y tiene un tubito de cristal que protege la llama. Su funcionamiento es simple: un depósito de aceite alimenta una mecha, el líquido sube y produce luz. 

A mitad de la noche, mientras seguía pescando, Juan se quedó sin luz.

Una versión dice que se le acabó el aceite y la mecha se apagó, y que no tenía linterna. Otra versión dice que el mar estaba tan bravo que la linterna se le cayó al agua.

De cualquier forma, se quedó a oscuras… en la negrura total.

En ese momento, mientras Juan trataba desesperadamente de averiguar cómo terminar su faena y regresar a casa, se le apareció el mismo Satanás.

Y el Diablo le dijo que, si encendía el crucifijo en fuego, él se aseguraría de que llegara sano y salvo a la orilla, y con una pesca abundante.

Juan aceptó — y prendió fuego al símbolo más sagrado del cristianismo. Tremendo error.

Justo cuando llegó a la orilla, el diablo hundió su bote, y Juan lo perdió todo.

Hubo también una explosión.

El diablo lo había engañado.

Una versión del cuento dice que nunca encontraron su cuerpo.

Otra dice que su cadáver apareció en la playa al amanecer, hallado por unos pescadores del pueblo. En su mano izquierda tenía algo que parecía una cruz de madera.

Desde entonces, los pescadores le dieron el apodo de El Jacho Centeno.

¿Te acuerdas de la definición de jacho al principio de la historia?

Pues Juan es ahora el quemado.

En una versión menos trágica, Juan sí llegó a su casa, pero días después cayó gravemente enfermo y murió.

De una forma u otra, por su pecado, su alma fue condenada.

Dicen que debe buscar todas las cenizas del crucifijo para volver a armarlo, y hasta que lo logre, no podrá descansar en paz.

El cuerpo de agua frente a Salinas se llama la Bahía de Rincón.

Y dicen que allí, sobre las olas, se puede ver a Juan envuelto en llamas.

A veces lo ven caminando por la costa, o incluso tierra adentro, por las montañas, con una antorcha en la mano izquierda, buscando las cenizas.

Y para colmo, el clima en esa zona durante la Cuaresma y Semana Santa suele ser bien ventoso, así que las cenizas siempre — siempre — se le escapan de las manos.

Los puertorriqueños, que por lo general somos bien religiosos, usan la historia de Juan para enseñarle a los niños a no ser avaros y a no blasfemar ni profanar los símbolos sagrados.